Soy una novedad.
La caja envuelta
en retazos de pieles nuevas,
atada con lazo
de tendones relajados.
Me vas abriendo poco a poco,
apartando capas,
degustando el camino que queda hasta el hueso.
[Y yo, ilusionada, con cara de gilipollas].
En la caja, una muñeca.
Sonriente, proyectable en mil versiones de lo que esperas.
Telas vaporosas, velos ligeros:
sólo intuyes el cuerpo.
El tronco, la panacea;
su mente inquieta, despliegue de colores.
[Sólo grises en tu paleta].
La novedad, decreciendo.
Dos alambres anudan mi cuerpo a la caja,
la cintura aún te queda lejos.
Y de nuevo las capas
le dan gusto a tu camino
aunque el hielo ya se raja
por las cunetas de cemento viejo.
Y llegas. Y la novedad desaparece.
El cuerpo quiere vivir en tu mano
y te entran el miedo, la vergüenza, el destierro, la impotencia, el escondrijo tierno y el dolor de penitencia.
Ya me tienes segura. Y prefieres las dudas.
Laira Valdi